Relato de futuro para un pueblo de la Sierra de Huelva
por Ángel Fernández Batanero
He vuelto a este pueblo, después de cerca de 20 años, y me he quedado sorprendido. El pueblo ha dado un cambio impresionante. Se han introducido una serie de elementos nuevos que han convertido a Santa Olalla en un pueblo singular. Este pueblo tiene, ahora, algo especial que no sabría definir, pero sin duda, a medida que he ido paseando por sus calles y plazas, he podido comprobar la transformación que ha experimentado en tan poco tiempo.
Lo primero, que me ha llamado la atención, es la cantidad de gente que hay por todos sitios. Me cuentan que, desde hace 10 o 12 años, ha venido a vivir al pueblo mucha gente joven, familias que prefieren criar a sus hijos en un ambiente sano, donde respirar aire puro y donde poder llevar una vida más tranquila, sin tanto estrés como en la ciudad. Como el pueblo está muy bien comunicado con la autovía, mucha gente prefiere vivir aquí, aunque tenga que ir y venir a trabajar a Sevilla.
Cuando yo hace 20 años estuve aquí, recuerdo que, había muchísimas casas cerradas y gran cantidad de ellas con el cartel colgado de “se vende”, pero actualmente, están casi todas ocupadas y no es fácil encontrar una.
También he visto un hostal y un pequeño hotel, además de algunos bares y restaurantes por la parte de arriba del pueblo y esto no me lo esperaba, en mi época, casi todo, estaba a lo largo de la carretera.
Me he llevado una gran sorpresa cuando me he asomado a la fuente de abajo, cada vez que yo pasaba por allí me gustaba mojarme las manos y tomar un sorbo de agua fresca, pero al llegar, la mirada se me ha ido a la laguna nueva que se ha hecho en esa plaza. Se ha aprovechado el agua, que sale por los dos caños de la fuente, para llenar esa bonita laguna. Y el agua que constantemente rebosa de ella, corre al aire libre y discurre por el medio de la calle Santa Eulalia, hacia abajo, en dirección a la carretera. Recuerdo muy bien esa plaza y el cambio ha sido espectacular, la zona se ha convertido en un lugar muy atractivo para todo el pueblo. La laguna, arboleda y bancos que tiene alrededor es un lugar de encuentro para jóvenes y mayores.
Me he fijado, que el nombre de la plaza sigue siendo el mismo, “Plaza Rodríguez de la Fuente”, pero al lado del rótulo hay un azulejo en la pared que dice: “Sa quedao sobao” Me he quedado extrañado y pensativo, no le encontraba explicación a que esa frase estuviera puesta en la pared, así que, he preguntado y me han explicado que, por todo el pueblo, hay frases puestas en distintas paredes, frases hechas en azulejos, que contienen expresiones típicas de nuestra zona. Hay gente que viene de fuera para recorrer el pueblo y buscar todas esas frases. Por lo visto, es algo que ha tenido mucha aceptación y se ha puesto de moda, hasta tal punto que, muchas veces, cuando a alguien le preguntas por el nombre de su calle, en lugar de decírtelo, te dice: vivo en “Sa pasao tres pueblos” porque en su calle se encuentra ese azulejo. Quien realmente se conoce todas esas frases y el lugar exacto, en el que están colocadas, es el cartero.
El martes pasado cuando llegué al pueblo, entré por la parte de arriba, por el cuartel y por la rotonda donde está el descorchador, a este ya lo conocía yo, pero me ha impresionado la multitud de grandes piedras de granito que están distribuidas por toda la localidad. Son bonitas por sus diferentes formas y porque la mayoría están pintadas de vistosos colores. Parece ser, que hicieron un estudio, en toda la localidad, de los distintos sitios donde se podían colocar estas grandes piedras de granito y como en los vacíes de las canteras hay tantas, las trajeron y las distribuyeron en homenaje a la inmensa cantidad de granito que existe en el término municipal. Me comentan que, anualmente, realizan un concurso público para recoger ideas de cómo pintarlas y los distintos barrios y calles se organizan para colorearlas según los bocetos ganadores. Durante ese día, al que han bautizado como, de “pintado de piedras”, el pueblo es una auténtica fiesta en la que participa mucha gente venida de fuera.
Me ha sorprendido, también, el gran cartel que hay en la rotonda de entrada al pueblo, por la parte de abajo. Es un cartel hecho con grandes letras talladas en granito y en el que se puede leer “SANTA OLALLA”
Antes de ayer, estuve paseando por la plaza de la libertad, donde estaba el antiguo ayuntamiento y por la calle del pozo. Entré en el museo etnográfico que estaba abierto y recorrí las dos plantas del edificio, que estaban, a rebosar de objetos antiguos, además de muy bien organizados. A la salida, me llamó la atención la cantidad de madres, con sus niños, que cogían en dirección al cabezo, e intrigado, me dispuse a seguirlas y ver dónde se dirigían. La subida al cabezo la han arreglado, y ha quedado muy atractiva, con un vallado de madera y unas grandes macetas distribuidas a ambos lados. Pero cuando llegué arriba, no pude contener una expresión de asombro: ¡Qué maravilla! Lo que yo había siempre conocido como un basurero, un lugar lleno siempre de escombro y basura, se había convertido en un gran parque, con una vegetación y arbolado exuberante. Grandes sombras y una corriente de aire fresquito, convertían a esta zona alta del pueblo en un auténtico paraíso. El lugar estaba lleno de gente, desde allí las vistas son espectaculares, se ve casi todo el pueblo y la distribución de los distintos elementos como bancos, columpios, toboganes, jardines, árboles y caminos, hacen del lugar un conjunto muy especial.
Ese mismo día, por la tarde, me di un paseo por la calle Zorrilla, donde se encuentra la plaza de toros y lo primero que me sorprendió fue ver la plaza abierta al público. El impresionante coso amurallado era bastante visitado, sobretodo porque, justo al lado, habían instalado el museo taurino. Todo el conjunto era atractivo y a la entrada, lo que más destacaba eran unos grandes carteles que colgaban de las paredes. En unas repisas se encontraban diferentes folletos explicativos sobre la historia de la plaza y el museo. En la misma entrada, también había un pequeño stand en el que se podían comprar pequeños objetos de recuerdo relacionados con el pueblo.
Continué mi paseo, por la misma calle Zorrilla, y al llegar al final de las casas, en lo que yo recordaba como un escampado con grandes piedras, se había hecho una gran alameda con árboles y bancos de madera. Pero lo que más me llamó la atención fue el gran mosaico que había en el centro, todo hecho a base de piedras blancas y negras, el empedrado era bastante grande, de por lo menos 9 metros de largo por 8 metros de ancho. Visto desde arriba, era muy llamativo y vistoso, representaba el conjunto Iglesia-castillo. Aquello era una auténtica obra de arte.
Cuando volví hacia atrás y me fijé, me di cuenta que toda la calle era de piedra. Entonces caí, en que muchas de las calles que había recorrido en estos días eran de piedra. Se estaba sustituyendo, poco a poco, el cemento de las calles por adoquines y muchas de ellas, ahora ya, se encontraban, como antiguamente, empedradas.
Otra cosa que he visto, cuando he paseado por la localidad, es que se han recuperado multitud de cosas antiguas, se han limpiado algunas fachadas de cal que han dejado al descubierto bonitos y antiguos ladrillos, así como acerados, ventanas, quicios y balcones que durante años estuvieron tapados por el cemento y la cal. Muchas viviendas han recuperado otra vista distinta, hay elementos en muchas fachadas que han sido realzados y las calles y las casas han ganado mucho valor. Se lleva mucho tiempo ya potenciando la piedra, la madera, y los elementos naturales a la hora de construir.
También, llama la atención el colorido de las flores, hay flores por todos sitios, las calles parecen coloreadas, hay macetas en los balcones, en las ventanas, en las puertas de las casas. Las calles parecen distintas a como yo las recordaba. La sensación es de limpieza, de cuidado y de una gran belleza, nada parecido a los recuerdos anteriores que yo tenía de este pueblo.
Pero la gran sorpresa, me la he llevado cuando he leído un cartel que anuncia la contemplación del Solsticio de Verano y la subida al Mirador del Viso, para el próximo 21 de junio a las 7,30 de la mañana. Pregunté, qué era aquello y me explicaron que el Cerro del Viso se había convertido en un magnífico mirador. Que, prácticamente, todos los días había gente disfrutando de las excelentes vistas que ofrecía, especialmente al atardecer y al anochecer, cuando, poco a poco, se van encendiendo las luces de Sevilla y de la multitud de pueblos que, desde arriba, se pueden observar. Pero a lo que yo me refería, que era lo de la contemplación del solsticio de verano, no me iban a contar nada, porque querían que lo pudiera vivir en primera persona. Al fin y al cabo, era pasado mañana. Sólo tenía que esperar poco más de 24 horas. Pero eso sí, me recomendaban no faltar a la cita, si no había vivido esa experiencia. Así que, intrigado, me dispuse a esperar a la llegada del acontecimiento.